lunes, 7 de abril de 2014

Capitulo 1: La gran ciudad.

Tras bajarme del zepelin pude vislumbrar los cambios que el paso del tiempo y las brillantes mentes han hecho de Du'lucard la ciudad que es ahora. El orden, la armonía y la cultura resplandece por cada calle de esta majestuosa ciudad, los uniformes impolutos de la guardia forman un ordenado compás melódico que danzan patrullando entre casas y comercios, los alegres intelectuales corretean con sus hambrientas mentes observando cada resquicio de la ciudad para absorber con antelación los conocimientos que aguardan entre los libros, el arte y la arquitectura. Hoy es un gran día.

El día de inscripción en la Gran Universidad.

Calles de Lucrecio, Gaïa I: Más allá de los sueños
Las calles de Du'lucard estaban repletas de nuevos y viejos estudiantes, todos fácilmente distinguibles por sus uniformes y mochilas. Yo, como el resto, me hallaba perdido entre los ordenados edificios. Encontrar el lugar era fácil, lo difícil era evitar la tentación de mirar cada tienda, biblioteca o museo. Debía centrarme, pues la inscripción era cara y solo con el permiso exclusivo del príncipe, fundador de la Gran Universidad, podías obtener una beca para poder ingresar de manera gratuita. Tenía que impresionar a la mente más brillante de Gaïa.

Tras varias horas, camino al atardecer, nos encontramos la Gran Universidad. Una mansión donde se encuentra el cúmulo de conocimiento más grande de toda Gaïa, precedida por la universidad de Ilmora. El jardín delantero era una muestra de la belleza que albergaba el lugar, las luces que iluminaban a través de las cristaleras de la mansión daba la bienvenida a todos los que se apeaban de los carromatos, la presencia del príncipe era notable.

La inscripción era una especie de prueba, así te admitían o no dentro de las puertas de la mansión. Muchos salían por no ser aptos, otros por no tener el dinero de la inscripción. Pude ver salir a personas con uniforme, lo que me dio entender que los antiguos alumnos no eran inmunes a las pruebas. Sin embargo, dejaron de llamar a los aspirantes.

Una hora pasó desde que el ultimo alumno entró por las puertas para salir en minutos. La guardia andaba arriba y abajo por los pasillos de la universidad, saliendo y entrando por la puerta principal, todos con semblante serio y preocupado. Los impacientes estudiantes empezaban a rumorear y a preocuparse por el posible cierre de las admisiones. Yo, estaba más preocupado por esa extraña sensación de peligro que me sube fríamente por la espalda y me eriza los vellos de los brazos.

Estaba tan atento a la puerta de la mansión que mi alerta me hizo correr hacia ella cuando una explosión sonó dentro del edificio. Como el estallido de salida en unas carreras me adentre a su señal entre las enormes puertas, siendo casi imperceptible por los cuerpos de seguridad que estaban apostados allí, asustados por la inminente amenaza que se hallaba dentro.  Corría por los pasillos sin saber a donde ir, solo mi intuición me guiaba. Y otra vez más, mi intuición no erraba. Varios cuerpos de guardias yacían en el suelo junto a unas puertas y una placa manchada en sangre me revelaba el lugar, la biblioteca.

Soldado No muerto, Deviant Art Wen-M
Me agaché a recoger la pistola del guardia. Podría coger la espada, pero no soy diestro en la esgrima. Entrando en la biblioteca observé la escena más espeluznante que he vivido hasta el momento. El propio príncipe, Lucanor Giovanni, se encontraba en el suelo sobre un charco de sangre y ante el un hombre cuya expresión fria y mirada perdida atemorizaba hasta al más valiente. Aquel hombre se acercaba a Giovanni con paso lento y entonces lo vi, su brazo derecho tenia una hoja afilada echa de hueso, el filo de una espada que sobresalía de su antebrazo, en su rostro sobresalían quistes óseos y su caminar era algo torpe y lento. Ese ser no era un hombre, al menos no lo era para entonces.

Huye. Salva tu vida. Fué lo único que pude oír. Un mensaje de alerta de Giovanni, una orden directa de un príncipe, un deseo de un hombre que iba a morir.

Solo un disparo. Levante mi arma y disparé. No sabia siquiera si el arma estaba cargada. Ni siquiera apunté, solo me limité a levantar el arma y apretar el gatillo. Y, después del ruido atronador de la pistola, sonó un ruido seco de un cuerpo caer. En la cabeza de ese ser se encuentra una esfera de plomo que le hará compañía durante el resto de su muerte.

Tras ayudar al príncipe a levantarse, su rostro impresionado no cesaba de observarme. No era raro encontrar un joven camino a la universidad diestro en el arte del duelo. Podría ser un noble gabrielense entrenado. Sin embargo, algo extrañaba a Giovanni.

No le di importancia.




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